viernes, 11 de mayo de 2012

Anhelo de pecadores.



Me sigo ahogando entre botellas vacías, asfixiándome entre un aire en el que solo se perciben diferentes tonos de alcohol y tabaco, dejando que penetren en mí esas drogas que espero que acaben por matarme, por destruir dentro de mí todo lo que soy.
Sigo atragantándome con besos insípidos y quemando mi piel con caricias vacías, sobreviviendo del poco afecto que consigo arrebatar, siendo yo misma una de esas personas de las que intenta escapar; dejando que los deseos se antepongan a los sentimientos, haciendo sentir que es una necesidad. Repulsivo, pero a la vez bastante agradable.
Me cansa ya hablar de caminos y de destinos, de recordar malas salidas e imaginar un final. A veces me parece absurdo esto de pensar, no hace más que ponernos impedimentos a aquellos que realmente deseamos hacer, decir o simplemente callar. Y quiero hablar del ahora, pero no encentro nada que decir... O no nada que no tenga relación contigo.
Poco a poco siento que me quedo sin cosas que decir, sin palabras que cobren sentido de ningún modo, siento que el tiempo se agota cuando no estoy a tu lado; siento que me voy quedando sin aliento de tanto correr para alcanzarte y, sin embargo, siempre te pierdo el el horizonte, vacío y monótono.
Se van acumulando demasiados temas incoherentes conexos entre sí, que siempre lleva a un mismo lugar, un mismo punto de referencia: tu anhelo.
Y es que aún no me hago a la idea de vivir sin una sonrisa que ilumine las noches más oscuras, cuando las estrellas dejan de brillar y la Luna se torna de un turbio y frío rojo que va recorriendo mis venas, haciendo que mi cuerpo se congele, es cuando necesito tu calor, unos brazos que me acojan dulcemente, escuchar una y otra vez el mismo sonido repetitivo de tu corazón y quedarme dormida bajo el manto de tu mirada. No me hago a la idea de tener que vivir sin volver a escuchar el envolvente aroma de tus palabras, dejando que en mis oídos se incrusten las putrefactas palabras de la sociedad, en las que abundan críticas y burlas, dejando que vuelva a caer en un bucle de autodestrucción.
No quiero vivir sin poder beber el fruto de mi felicidad, que emana tímidamente por la comisura de tus labios... ¿jamás volveré a tomar del fruto prohibido?
El anhelo será el castigo y el olvido algo inalcanzable, esta es la pena de los pecadores.