Me cuesta asumir que no soy más que una promesa a la que todos rompen o que, simplemente, nunca tuvieron la intención de cumplir... Esa promesa de fidelidad eterna entre almas que se comprendían (o eso nos hicieron creer), esa promesa hicieron aquellos a los que una vez llamamos amigos, los cuales hoy no están aquí, en este festín de carroña, de restos de sentimientos desgarrados e ilusiones rotas que ya no son nada, que no significan nada en absoluto... Brindemos con las últimas gotas de esperanza que conseguimos escurrir de nuestras desgastadas almas, brindemos por recuperar aquello que nos fue arrebatado: confianza, amor y hasta incluso algo de autoestima y dignidad; pero lo que más me duele haber perdido, es la fe; no solo en mí mismo, sino en la humanidad. Pero es imposible que, cuando aquello a lo que más se quiere, a lo que más nos aferramos desaparece, por razones que no llegamos a comprender o que nunca nos llegan a dar, pretender volver a ser la misma persona, pretender actuar como si nada hubiera pasado, como si todo fuera igual que antes... Es inútil esforzarse en intentar sentirnos completos de nuevo; ya que una parte de nuestro ser, se ha ido con esa persona, dejando en su lugar un profundo vacío que va decolorando y monotizando todo nuestro mundo de color.
Todos los momentos vividos, todas esas miradas: aquellas alegres que, al igual que un niño dándole cuerda a una caja de música, conseguían de mí sacar las mejores melodías risueñas; y aquellas algo melancólicas en las que se escapaban algo de tristeza de entre los ojos y que una suave caricia con el dorso de su mano conseguía secar y sanar el escozor que producían al resbalar sobre mi piel. Aquellas conversaciones mudas en las que las palabras sobraban, en las que solamente necesitaba investigar las pequeñas arrugas en la comisura de tus labios para descubrir lo que encerrabas en ese resguardado corazón. Aquellas noches oscuras que se iluminaban con su presencia, como mil destellos de luz en el horizonte que hacen saber al naúgrafo qué camino seguir... Pero mis luces se apagaron.
Por desgracia, no solo soy una promesa de amistad, también soy la más mustia y lánguida promesa de amor.
Todos los momentos vividos, todas esas miradas: aquellas alegres que, al igual que un niño dándole cuerda a una caja de música, conseguían de mí sacar las mejores melodías risueñas; y aquellas algo melancólicas en las que se escapaban algo de tristeza de entre los ojos y que una suave caricia con el dorso de su mano conseguía secar y sanar el escozor que producían al resbalar sobre mi piel. Aquellas conversaciones mudas en las que las palabras sobraban, en las que solamente necesitaba investigar las pequeñas arrugas en la comisura de tus labios para descubrir lo que encerrabas en ese resguardado corazón. Aquellas noches oscuras que se iluminaban con su presencia, como mil destellos de luz en el horizonte que hacen saber al naúgrafo qué camino seguir... Pero mis luces se apagaron.
Por desgracia, no solo soy una promesa de amistad, también soy la más mustia y lánguida promesa de amor.
Soy ese tenue 'siempre' que nos susurraron una vez al oído entre besos y caricias que recorrían la carretera de tu cuerpo a una velocidad no permitida y que experimentabas junto a un cálido cuerpo que te sostenía entre sus brazos cuando llegaban las curvas y los baches, sin embargo, ahora, te ha dejado caer sin compasión en el frío y mojado asfalto mientras se alejaba sin, ni siquiera, mirar atrás. Soy ese 'te quiero' que se resbalaba por la comisura de sus labios como dulce miel y se queda aferrada en el panal de tu clavícula junto al dulce perfume que ahora produce tanta nostalgia. Soy esa sonrisa tierna y amable, pero a la vez no verdadera, que se clava en tu mirada, que hace que tus ojos se cierren en un involuntario movimiento para impedir que de ellos vuelva a llover esa salada agonía que va haciendo un efecto que tus entrañas como si de ácido sulfúrico se tratara, te va corroyendo por dentro lenta y dolorosamente . Soy ese último beso que simboliza un adiós y, para mi desgracia, en este aspecto sí que soy verdadero... Un adiós real de algo que nunca lo fue.
No soy más que una mentira. Una mentira que tiene miedo a hablar pero que está cansada de callar lo que siente... Una mentira que solo desea romper sus cuerdas vocales, quemar en su garganta aquellas palabras que la están consumiendo por dentro. Una mentira dulce que esconde el más agrio néctar. Una mentira que te sonríe y asiente vagamente diciendo: 'estoy bien' cuando, en realidad, no es así en absoluto... Cuando lo único que verdaderamente desea en su interior es acabar con todo... Cuando este pequeño corazón que posee, y que a veces no llega a entender del todo, no hace más que jadear suplicando en su último aliento un poco de compasión por todos sus pecados; entre ellos y el más grave, fue amarte, fue amarlos...
Y sin embargo, temo a la muerte y la vida me mata. ¿Qué me queda en esta inmensidad de nada?
Quizás hoy mi corazón siga latiendo por vivir, pero no puedo prometerte que mañana siga dejando que esta triste melodía siga sonando al compás que marca mi pulso.