lunes, 28 de noviembre de 2011

Por mucho que lo grite en mi interior, jamás conseguirás oírlo.


De nuevo vuelvo a llevar esta gran carga en la parte izquierda de mi pecho, un corazón que vuelve a palpitar al compás de nuestro andar, vuelve a ser un corazón cálido, tanto que a veces arde junto con los demás sentimientos y emociones que han florecido una vez más, pero aún es invierno. Les cuesta crecer e incluso mantenerse con el mínimo ápice de vida que les queda, día a día se van marchitando a la par que el sol cae, un trágico final ya habitual para esta desolada alma perdida entre la grandeza del universo. Mientras caminamos por las vacía calles puedo oír el sonido de tu corazón, lento y calmado, espero que no puedas oír el mío, late fuertemente con solo sentir el sonido de tu voz acariciando mis oídos, componiendo una melodía que no para de resonar una y otra vez en mi cabeza; cómo el suave tacto de tu piel hace que me estremezca, haga que un interminable escalofrío recorra mi cuerpo... tengo ganas de dejar reposar mis labios contra los tuyos, crear un gran silencio donde las palabras no sean necesarias, donde solo importe el momento, donde sean las tímidas miradas las que lo digan todo. Solo necesito ese pequeño aliento que se escapa entre la comisura de tus labios para vivir...
Pero los sueños se van con el suave susurro del viento, te voy perdiendo entre la neblina, mientras observo como tu cuerpo se va alejando, dejando un gran vacío a mi lado; ahora camino por calles solitarias, al compás de la lluvia que desprenden mis ojos, me cuesta caminar si no es contigo... Los apresurados latidos de un enamorado corazón se van apagando, se van consumiendo poco a poco, las sonrisas se van desgastando con el tiempo y no queda hueco para algo más que unos cuantos suspiros ahogados en desesperación...
Los recuerdos no hacen más que atacar a este débil corazón, podrido y mustio, corroído por la agonía, por el anhelo... no hay nada que lo haga volver a vivir.
Y fue cuando apareciste tú.
Tú y tu cercana forma de ser aparecieron de la nada, pero significándolo todo, tu simple presencia hacía que todos mis huesos temblaran, se excitaran. Sentía como el paso de las estaciones transcurría más rápido de lo común frente a mis ojos, o quizás frente al reflejo de los tuyos. Nos quedamos atrapados entre los meses de primavera, entre abrazos sin final y despedidas con un sabor amargo...
Pero he de dejarlo todo guardado en este pequeño rincón, aislado del resto del mundo, un lugar que solo yo conozco. Donde están mis más escondidos secretos, mis más sinceras confesiones y mis más preciadas piezas de este puzzle que compone mi vida. He de mantener estas palabras aquí, donde por mucho que grite no puedas oírlas, no quiero perderte, no a ti...

viernes, 4 de noviembre de 2011

Una imperfecta melodía no es compatible con un perfecto corazón.


Del silencio he escrito una melodía, suave y tierna, para un herido corazón que desea volver a latir.
Las cuerdas rotas de la guitarra, las desafinadas notas de un perfecto piano, el desacompasado sonido de una batería y los altibajos de una extraña voz consiguen formar esa perfecta imperfecta melodía, una melodía corriente, una más de tantas.
Sin embargo el armónico sonido que resbala por tus labios es perfecto, el sonido del viento enredándose entre tus alborotados cabellos, la destelleante luz que desprenden esas estrellas que tienes en lugar de ojos, ese tierno corazón que me hace sentir viva de nuevo...
Mi corazón solo late cuando escucha el concierto de tu presencia, es especial, magnífico; y, como si de un sueño se tratase, te siento cercano en distancia, siento la suave brisa de tu respiración en mi cuello, pero sin embargo no estás ahí, estás lejos, donde los corazones están aliviados; paso a ocupar un segundo plano junto a la demás gente insignificante, mientras que tú eres el protagonista de esta sinfonía que no llega a su final. Es tu hora de brillar, de destacar entre los mejores, pero no vale la pena hacerlo en este mediocre corazón, en este lugar donde nadie apreciará tu talento, donde estos verdaderos pero insignificantes sentimientos que actúan como un atento público que se maravillan con solo tu salida a escena...
Te observo desde lo lejos, con ansias de caer por tus labios, deslizándome suavemente entre la comisura de tus labios e investigar más a dentro, buscando entre tus dientes, y así, poder aterrizar en tus húmedos besos; te observo deseando abrazarte, fuerte, tanto que desearía quedarme sin aliento para no soltarte nunca, deseo descubrir cada pequeño secreto, alegría, tristeza, dolor, amor que guarde tu corazón, quiero saberlo todo sobre ti, te quiero...
Y asustada de que las palabras se vuelan contra mí, de que me apuñalen lentamente haciendo resurgir ese familiar dolor que consigue vaciarme, haciendo de mí un cuerpo inerte, sin sentimientos, un saco de lágrimas de cristal que se rompen al chocar contra la cruel realidad, al chocar contra la verdad, percatándose de que este mustio y defectuoso corazón jamás será amado...
Y el habitual sabor de la desesperación hace que lo saboree en todo momento, acompañado de un toque de frustración y amargura, solo necesito el suave elixir de tus labios para hacer que se desvanezca en la nada.
Espero que los sordos ''te quiero'' que grita mi corazón algún día los llegues a oír.