viernes, 4 de noviembre de 2011

Una imperfecta melodía no es compatible con un perfecto corazón.


Del silencio he escrito una melodía, suave y tierna, para un herido corazón que desea volver a latir.
Las cuerdas rotas de la guitarra, las desafinadas notas de un perfecto piano, el desacompasado sonido de una batería y los altibajos de una extraña voz consiguen formar esa perfecta imperfecta melodía, una melodía corriente, una más de tantas.
Sin embargo el armónico sonido que resbala por tus labios es perfecto, el sonido del viento enredándose entre tus alborotados cabellos, la destelleante luz que desprenden esas estrellas que tienes en lugar de ojos, ese tierno corazón que me hace sentir viva de nuevo...
Mi corazón solo late cuando escucha el concierto de tu presencia, es especial, magnífico; y, como si de un sueño se tratase, te siento cercano en distancia, siento la suave brisa de tu respiración en mi cuello, pero sin embargo no estás ahí, estás lejos, donde los corazones están aliviados; paso a ocupar un segundo plano junto a la demás gente insignificante, mientras que tú eres el protagonista de esta sinfonía que no llega a su final. Es tu hora de brillar, de destacar entre los mejores, pero no vale la pena hacerlo en este mediocre corazón, en este lugar donde nadie apreciará tu talento, donde estos verdaderos pero insignificantes sentimientos que actúan como un atento público que se maravillan con solo tu salida a escena...
Te observo desde lo lejos, con ansias de caer por tus labios, deslizándome suavemente entre la comisura de tus labios e investigar más a dentro, buscando entre tus dientes, y así, poder aterrizar en tus húmedos besos; te observo deseando abrazarte, fuerte, tanto que desearía quedarme sin aliento para no soltarte nunca, deseo descubrir cada pequeño secreto, alegría, tristeza, dolor, amor que guarde tu corazón, quiero saberlo todo sobre ti, te quiero...
Y asustada de que las palabras se vuelan contra mí, de que me apuñalen lentamente haciendo resurgir ese familiar dolor que consigue vaciarme, haciendo de mí un cuerpo inerte, sin sentimientos, un saco de lágrimas de cristal que se rompen al chocar contra la cruel realidad, al chocar contra la verdad, percatándose de que este mustio y defectuoso corazón jamás será amado...
Y el habitual sabor de la desesperación hace que lo saboree en todo momento, acompañado de un toque de frustración y amargura, solo necesito el suave elixir de tus labios para hacer que se desvanezca en la nada.
Espero que los sordos ''te quiero'' que grita mi corazón algún día los llegues a oír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario